AHO PIEDRA



Como una suerte de arranque del estrés navideño y un regalo de aniversario atrasado, nos embarcamos con mi querido a la cuarta región. Específicamente, teníamos interés en conocer el Valle del Elqui, e indagando por aquí y por allá dimos con una oferta de Groupalia en las cabañas Aho Piedra en Vicuña. La oferta estaba hiper conveniente, así que sin pensarlo mucho la tomamos. Una vez que yo empecé a comentar que nos íbamos al Valle, no faltaron los comentarios de quienes siempre tienen algo que decir de “por qué se van a Vicuña”, “qué hay allá”, “deberían haber ido a…”, etc., etc. Debo reconocer que el chaqueteo me afectó un poco y me arrepentí un poquito de que hayamos tomado esa decisión. Afortunadamente mi querido, muy pedagógico, me hizo entrar en razón y así logré restarle importancia a los comentarios y nos fuimos a la vida. Debo decir que no me arrepiento en absoluto de haber tomado esa oferta. Para empezar me llevé una grata sorpresa en Vicuña, dado que tan poca fe le habían dado mis cercanos que iba dispuesta a encontrarme con un lugar que probablemente no me agradaría, y fue todo lo contrario. Su plaza de armas es muy bella, y si bien los lugares áridos hay que reconocer que son bastante especiales y no a todo el mundo les agrada, éste no fue el caso, para mí al menos. Desde Vicuña mismo era posible apreciar hacia un lado (no podría decir cuál punto cardinal porque por supuesto que estuve absolutamente desorientada durante toda nuestra estadía, ni siquiera podría descifrarlo de modo “lógico”) cerros absolutamente secos y amarillos, tanto así que aparentaban dunas, y al otro lado un valle verde precioso.

Al encaminarnos a las cabañas, tuvimos que tomar un colectivo (500 pesos) que nos llevara hasta San Isidro, lugar donde se encontraban las cabañas. Llegamos y no hubo que decir más, felizmente las fotos no engañaron esta vez. Una piscina era el centro de la atención de tres hermosas cabañas de barro, rústicas al interior, full equipadas, un detalle que a mí me gusta mucho pero que importa absolutamente un rábano: ¡ropa de cama blanca!, e incluso parrilla por si queríamos parrillar. La atención increíble, muy buena onda por parte de los dueños. Por supuesto que ese día descansamos un poco, y en la tarde familiarizamos con Vicuña.

Tuvimos todas las intenciones de subir a Cochiguaz, ir a Río Mágico, y todos los lugares típicos, pero en realidad no pudimos. Cuando uno va por pocos días a un lugar donde el auto es un bien realmente valioso y anda sin uno pasa lo que nos pasó: nos restringimos absolutamente a lo que la locomoción pública nos permitía predecir, cualquier plan que tuviera un mínimo factor de riesgo era descartado jaja. En fin, no me arrepiento de todo lo que vimos y conocimos, de todos modos fuimos a Pisco, estuvimos en el restaurant rústico de la esquina, y conocimos los alrededores de Vicuña. Fuimos a la cervecería Guayacán en Diaguitas, y fuimos a un tour astronómico en el observatorio Mamalluca. Y así y todo pudimos pasar una tranquila tarde de domingo tirados en la playa en La Serena, ¿qué mejor? Quedamos con ganas de conocer la parte alta del valle, por lo que tenemos excusa para volver, y quedamos sobrados de cariño con la atención en las cabañas y lo que pudimos conocer dadas las restricciones automovilísticas.

Infinitamente recomendado: Cabañas Aho Piedra en San Isidro (Vicuña), Observatorio Mamalluca, Cervecería Guayacán y cualquier heladería en Vicuña.

Saludos y ¡a viajar!


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